Vallarta, con una sociedad en camino del caos cívico

Por Miguel Ángel Ocaña Reyes/Puerto Vallarta

La civilidad y la empatía entre conciudadanos son pilares fundamentales para el correcto funcionamiento de cualquier comunidad. Sin embargo, en Puerto Vallarta, estas virtudes parecen estar en peligro de extinción. El fenómeno del “gandalla” –esa actitud de quienes actúan sin respeto por las normas ni los derechos de los demás– ha crecido alarmantemente. Esto, en gran medida, debido a la débil aplicación de los reglamentos municipales, ya sea de comercio, tránsito, policía, buen gobierno o imagen urbana. La laxitud de las autoridades ha permitido que estas conductas se arraiguen y proliferen.

Puerto Vallarta está convirtiéndose en un paraíso para los abusivos. Ejemplos sobran: conductores que circulan en sentido contrario, que se saltan los altos, invaden ciclovías, ocupan espacios para personas con discapacidad o reservan lugares públicos como si fueran de su propiedad, comerciantes que se apropian de aceras o arrollo vial. Todo esto ocurre frente a una autoridad que parece indiferente. Esta falta de control no solo genera conflictos entre los ciudadanos, sino que también incrementa el riesgo de accidentes.

El problema no se limita al tráfico vehicular. Automovilistas, motociclistas, ciclistas e incluso usuarios de patinetas eléctricas convierten las calles en un espacio cada vez más peligroso, no solo para ellos mismos, sino también para los peatones. Las banquetas y cruces peatonales, que deberían ser espacios seguros, son ahora zonas de alto riesgo. La desprotección de los peatones es un reflejo más de cómo la civilidad está cediendo terreno al abuso, más todavía, ahora con los nuevos horarios de recolección de basura, la falta de civilidad de quienes no quieren adaptarse es frustrante.

El crecimiento que ha tenido la ciudad en los últimos diez años, ha traído una nueva oleada de habitantes, que lejos de adaptarse o mejorar sus conductas faltas de cultura cívica, las promueve como una conducta natural.

Lo más preocupante es la normalización de estas conductas. Lo que debería ser una excepción –el “gandallismo”– se ha vuelto la regla. La creencia de que las necesidades propias están por encima de las de los demás no solo refleja una falta de cultura cívica, sino también una carencia de valores fundamentales como el respeto y la consideración.

Este es un llamado urgente a las autoridades municipales: su responsabilidad va más allá de la simple gestión administrativa. Tienen en sus manos la tarea de restaurar el orden y fomentar una convivencia respetuosa. Pero también es un llamado a la ciudadanía. Si eres de los que contribuyen al caos con tus acciones, reflexiona: el cambio comienza contigo. Actuar con decencia y respeto no cuesta nada, pero su impacto puede transformar nuestra sociedad. Puerto Vallarta merece algo mejor.

Ahora con esta reingeniería que se ha hecho en el Gobierno Municipal, se podría crear una aplicación móvil para denunciar infracciones y dar mayor impulso a programas de educación cívica en las escuelas.

Como ciudadanos, también tenemos una responsabilidad. Debemos exigir a nuestras autoridades que cumplan con su deber y, al mismo tiempo, ser ejemplo para los demás con nuestras acciones. La construcción de una ciudad más segura y respetuosa es tarea de todos.

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